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"Podría establecerse la aparición de dos estilos: el alemán (...) y el holandés, marcando una cariz casi revolucionario inspirado en una suerte de desorden ordenado, de caos dinámico, con gran concentración en las tareas de relevos defensivos y de ataque. Holanda -que contó con la particularidad de una figura desequilibrante como Cruyff, quien jugaba como jefe y obrero a la vez- posiciona un líbero, un stopper, y aprieta la zona con tres elementos más: uno encargado de casi todos los relevos y dos laterales que, después de achicar, quedan dispuestos para salir al ataque; sin un delantero centro de punta-punta, abre la cancha con dos extremos preparados para entrar en diagonal; con dos volantes típicos siempre acompañados encerrando al adversario y poblando o despoblando el sector de acuerdo con la necesidad. El secreto del éxito de esta fórmula estuvo en la disposición a moverse constantemente en los dos aspectos más importantes del juego: ataque-defensa, postergando a un segundo plano la rigidez posicional", Enrique Macaya Márquez en Mi visión del fútbol.